Las miradas son de oro
al movimiento de tu cuerpo
enardece el anhelo que nace
en las curvas de tus nalgas
donde el deseo aviva fuego.
Y el acantilado de tu figura
acuna sensaciones intensas
donde la pericia de tus senos
en la intimidad del cielo
derraman su fulgor amante.
Benditos son los suspiros
fervientes de tus caderas
ante mis ramos de caricias
bailando por tu cintura
y mis deseos en hervidero.
Tus besos abrían fuego
y los cuerpos desnudos
entregados a los colores
y al silencio compartido
desatan lujuria unánime.
Hendía mi cincel en tu joya
y el talismán de los deseos
convertía miradas en oro
mezclando labios y fuego
sosiego y éxtasis profundo.
El clímax vertía sus delicias
y mis anhelos se disolvían
a orillas de tus mareas
siendo eje de tus balanceos
en la deidad del arte de amar.
Ricardo Miñana © 2012

al movimiento de tu cuerpo
enardece el anhelo que nace
en las curvas de tus nalgas
donde el deseo aviva fuego.
Y el acantilado de tu figura
acuna sensaciones intensas
donde la pericia de tus senos
en la intimidad del cielo
derraman su fulgor amante.
Benditos son los suspiros
fervientes de tus caderas
ante mis ramos de caricias
bailando por tu cintura
y mis deseos en hervidero.
Tus besos abrían fuego
y los cuerpos desnudos
entregados a los colores
y al silencio compartido
desatan lujuria unánime.
Hendía mi cincel en tu joya
y el talismán de los deseos
convertía miradas en oro
mezclando labios y fuego
sosiego y éxtasis profundo.
El clímax vertía sus delicias
y mis anhelos se disolvían
a orillas de tus mareas
siendo eje de tus balanceos
en la deidad del arte de amar.
Ricardo Miñana © 2012